Como el “presi” se ha enfadado porque no hicimos fotos de la carrera del sábado por la noche, esta es la crónica que se me ocurre, para que cada uno se haga su propia imagen de ella (una foto de la salida se puede ver en el “Córdoba” del domingo, y supongo que en la página del Trotacalles también pondrán alguna). Ahí va, pues, mi crónica.
UNA NOCHE EN LAS CARRERAS
Dos de las mejores películas de los Hermanos Marx son “Una Noche en la Ópera” y “Un Día en las Carreras”. Como quintaesencia de ambas, nosotros decidimos hacer “Una Noche en las Carreras”, y hay que reconocer que no estuvo mal, pues nos reímos casi tanto como con las películas (ahora nos falta “un día en la ópera”, pero lo dejaremos para más adelante).
Comparada con la nocturna de Sevilla y salvando las diferencias, la de Córdoba estuvo bastante bien (en Sevilla, por ejemplo, se hacía un pelín monótono lo de ir siempre recto a lo largo del río, mientas que en Córdoba se pasa por muy diversos lugares: avenidas, calles peatonales, plazas, barrios, terrazas, jardines, ribera, etc.).
También es bonita la llegada, pues hay que reconocer que dar una vuelta casi completa a una pista de atletismo, sea el olímpico de Sevilla o el Fontanar, es mucho más gratificante que, por ejemplo, un final en el patio de un colegio.
Empezando por el principio, aunque temíamos el calor de junio, la noche fue estupenda, incluso después de la carrera hacía algo de fresco, soplaba airecito y la temperatura no era muy alta. Curiosamente, al ser las calles más estrechas, la zona más calurosa (por decir algo) fue
Como sucede en otros casos, antes de nuestra carrera hubo otras de niños. Se pudo comprobar que, como siempre, en las ciudades la gente se implica en estas cosas mucho menos que en los pueblos. Sólo había algunos hijos de los corredores de la nocturna y poco más (entre todas las categorías no creo que más de cincuenta niños, para una ciudad de más de trescientos mil habitantes), y se salvó algo por la participación un numeroso grupo de niños saharauis, que por cierto quedaron bastante mejor que los españoles.
En cuanto a nuestra carrera, para conseguir los
Fue la última vez que vimos la cabeza de carrera.
Para nuestro club había dos niveles, Rafa Duran y Paco Palma, “la elite”, que se fue a por Roncero y sus secuaces, y “la no elite”, Rafa Parra, José Manuel y yo, que preferimos quedarnos cubriendo la retaguardia.
Por no hacerlo pesado, diré que la carrera en sí fue bien, y que a pesar de mis previsiones, apenas pude ver el coche escoba, pues desde el principio un par de corredores se quedaron rezagados y me quitaron el sitio. Además, bastante antes de lo previsto, a partir del kilómetro tres (la subida de Vallellano y
Lo más duro fue echarle el freno a José Manuel, que salió lanzado y no había forma de pararlo. Este chico promete, y de haberlo dejado al ritmo que quería imponer desde el principio, o gana la carrera o lo tenemos que recoger en el río.
Durante el recorrido había bastante más gente de la que yo esperaba para un sábado por la noche, y además bastante bulliciosa, sobre todo por el centro. Decía Santiago Bernabéu que el público que anima es el que está en pie y que el que está sentado no anima nada. Y así fue, en apenas trescientos metros pasamos de los gritos de ánimo y el jaleo de las Tendillas a no oír ni una palabra de aliento en las abarrotadas terrazas de
Lo más fresquito venía después, por los puentes,
Y para terminar, una vuelta por fuera y otra por dentro al Fontanar, y fin. En la última recta nos adelantaron cuatro corredores que “nos hicieron” un esprint. Los dejamos pasar sin más, aunque José Manuel no era partidario y nos advirtió que “por entrar los tres en grupo, si no, esos tíos a mí no me adelantan” (las cosas de la juventud).
Después de la carrera, lo peor y lo mejor. Lo peor: camisetas sólo hubo para los primeros; el agua, la cerveza y los refrescos estaban calientes, y no daban bocadillos (con los dos bocadillos que llevábamos nos apañamos los cinco).
Y lo mejor: nuestro club empezará pronto a participar en pruebas de salto de altura, pues Paco Palma demostró que con el aliciente de un buen jamón fue capaz de dar un salto que llamó la atención de todo el público.
José A. Torquemada