domingo, 5 de diciembre de 2010

2940

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Pocas veces los cordobeses podemos presumir de haberle ganado a Sevilla en algo, y en deporte menos aún (a ver qué pasa este año con el Córdoba-Betis), pero lo del domingo pasado no lo olvidaremos.

Hasta ahora eran ellos los que presumían de la media maratón andaluza en la que más corredores acabaron la carrera (2923 en la Sevilla-Los Palacios del año pasado) y ahora somos nosotros los que podemos presumir, aunque sólo sea por unas semanas, de que tenemos el récord, con 2940 corredores que completamos los 21 kilómetros.

Ya sé que es una tontería, pero hace ilusión. Siempre pensaremos aquello de “yo estuve ahí”. Y seguro que a cada uno, por separado, mientras corríamos por calles y avenidas, ni se nos pasaba por la cabeza nada de esto, sólo pensábamos en cuánto falta, cómo voy, qué me duele y cosas por el estilo. Es lo que tiene un deporte tan individual como este.
Pero cuando en la salida veíamos toda la gente que allí había, entre la tensión y los nervios lo único que comentábamos es que éramos muchos.

Y sí, de acuerdo que yo solo no batí el récord, pero de Belmez éramos doce, y de Villanueva cinco (sin nosotros ya se hubiera quedado la cosa en los 2923 de Sevilla) pero además vimos por allí gente conocida de Espiel, de Peñarroya, de Pozoblanco, Hinojosa, Belalcázar… Todos a lo mismo. Imagino que la vista de los primeros kilómetros de carrera desde los balcones y ventanas de la Avenida del Aeropuerto debía ser impresionante.

Esta carrera tiene algo especial, no es la Belmez-Espiel, pero también la consideramos nuestra en cierto modo. Mucha gente corriendo, más de tres mil tomaron la salida; bastante gente animando por las calles, y algunos armando bastante ruido; un recorrido que nos es familiar, en el que por un día los coches se paran para que las avenidas sean nuestras. Ves que te miran algunos con extrañeza, que parece que piensan que estamos locos, pero otros te ven con cierta envidia, seguramente pensando que a ver si el próximo año ellos son capaces de hacerlo.

Y la llegada, en un estadio pequeño, pero estadio al fin y al cabo. Es el momento del cómo te ha ido, del cuándo he pinchado o del déjame que me apoye, que no puedo más. Es el rato del bocadillo, de la cerveza y de charlar con tus ¿rivales? No, no son rivales, son otros como tú y han estado haciendo lo mismo que tú.

Y éramos casi tres mil.

J.A. Torquemada
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